- Área: 650 m²
- Año: 2013
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Fotografías:Jose Manuel Cutillas
Descripción enviada por el equipo del proyecto. La temporalidad de un lugar que se ocupa de forma provisional, suele precipitar la falta de interés por su mantenimiento; y cuando se sabe de antemano que el uso de un espacio va a ser limitado en el tiempo, se menoscaba la preocupación por el mismo.
Esto es lo que sucedió con los muros del antiguo Liceo, que sobrevivieron durante décadas a una permanente interinidad, ya que sus moradores, todos de distinta condición, concibieron su permanencia en él como algo efímero. Y de ahí el importante deterioro que sufrió durante la segunda mitad del XX. Su arquitecto pudo ser Jacinto Arregui, autor de la Beneficencia (1864) y del Hospital Provincial (1866).
Al principio, fue su cercanía al Hospital Provincial (donde se encontraba el corral de comedias que fue su predecesor), la que propició su ocupación como nuevo teatro; más tarde, su amplitud, y su peculiar espacio escénico (gran altura, grandes luces sin pilares, palcos, gallinero) fueron los idóneos para instalar en su interior el comedor de la cocina económica; después, fue la proximidad al edificio Pastrana, (sus puertas estaban enfrentadas, ya que al Liceo se entraba por la calle Mayor), la que fue vista como una gran oportunidad de compra por los dueños de la empresa de pompas fúnebres.
Durante los últimos años del XX, y acompañando en el tiempo al declive de la zona, depósito de chatarra y cochera.
La falta de aprecio por nuestro patrimonio no es algo nuevo; lo tenemos más arraigado de lo que creemos.
Hemos de subrayar que, no sólo esta peculiar sucesión de avatares históricos, sino también su situación, posibilitaron que el hoy Albergue Santiago Apóstol catalizara una intensa red de vínculos urbanos con su entorno próximo, y que tiene su reflejo directo en la trama urbana de la zona.
Entendamos estos dos conceptos -arquitectura y trama urbana- como un binomio indisoluble; y, si promovemos la rehabilitación de edificios singulares, no desdeñemos ni perdamos las singularidades del espacio público que los contienen.
En nuestro añoso edificio, ahora y afortunadamente, la historia se ha escrito al revés. La nueva propiedad ha ponderado de forma inteligente el potencial de su arquitectura -en peligro de ruina en los últimos años- y lo ha utilizado como palanca para impulsar su explotación de una forma sensible con su historia y su entidad.
Aunando a este hecho el segundo componente de nuestro binomio, la trama urbana, a través de la monumental fuerza que tiene en este punto el Camino, acabamos por completar una acción regeneradora y rehabilitadora, plausible por necesaria, y que va más allá del edificio propiamente dicho.
Porque va a ser el Camino quien, amplíe nuestra red de vínculos urbanos, en primer lugar, relacionando nuestro albergue con otros hitos jacobeos, como la imperial iglesia de Palacio, (primer hospital de peregrinos), el puente de piedra o la ermita de San Gregorio; y quien asiente y consolide, en segundo lugar, su uso de manera imperecedera en el tiempo, alejando así definitivamente una rotación aleatoria de inquilinos que dificultó su preservación.